Pol, un joven con esquizofrenia, vive solo con su padre. Viendo la televisión suele descargar su ira, angustia e impotencia. Pero un día la inesperada muerte de su padre le sorprende. Descubre que se ha suicidado, ya no podía seguir haciendo frente al desempleo y menos aun a la carta de desahucio que acababa de recibir. Pol es trasladado a un hospital psiquiátrico. Las pastillas, los monstruos que ve, las injusticias que presencia a diario en el centro le atormentan. Sabe que ha llegado el momento de tomar el mando y huir junto a su compañero de habitación en busca de su propia realidad.
Después de unos meses de silencio, vuelve el movimiento a este trapecio de ideas y proyectos que es mi blog, y lo hace con la presentación del trabajo cinematográfico más reciente del director de cine Hebert Ramírez.
El pasado día 3 de julio de 2015 se estrenaba en los Cines Girona de Barcelona el cortometraje Poliadoctrinados con guión y producción general de Hebert Ramírez y Carlos Scrig y dirección de Hebert Ramírez.
En estos días, mientras preparaba esta crónica sobre la première de Poliadoctrinados, conversaba con Hebert acerca de su visión de cine y de su objetivo al dirigir y producir este corto. Lo que sigue es apenas un resumen de largas reflexiones y también de la inquietud que siempre está presente en los trabajos de Hebert: el lado más injusto y salvaje de la sociedad actual de la mano de la esperanza más incisiva, la que como una punta de flecha, quienes le conocemos bien, sabemos que Hebert siempre lleva clavada en su sentir.
EL DESPERTAR COMO DIRECTOR: UN CAMINO LLENO DE SEÑALES
Me decía Hebert estos días que no sabe a ciencia cierta de donde le viene la vocación por dirigir. Solo al obligarle a pensar, por fin, me confiesa que tal vez toda esta pasión se sembrase en su infancia, cuando en el colegio, en primaria, los profesores les pedían a todos los niños que llevasen una moneda para, al día siguiente, marchar en pelotón y en fila india al cine del barrio más cercano a la escuela. Allí el niño Hebert vio a Marisol, a Chaplin y también los cuentos de Walt Disney. Para todos los niños esos días de cine eran los más especiales. Unos años después, algo más mayorcito, Hebert se escapaba de casa para ver películas de mayores los días que se celebraba el Festival Internacional de Cine (y es que la sede del festival estaba muy cerca de su casa). ¿Será que el camino en la vida está lleno de señales y pistas? Hebert es de los que piensa que, definitivamente, así es.
Años más tarde, su mamá se empeñaría en internarle en un colegio militar, seguramente seducida por la disciplina, pienso yo al escucharle. Pero se trataba, nuevamente, de una señal: en los años de internado, los fines de semana, cuando le dejaban salir para pasear por el pueblo, un Hebert adolescente de 14 años veía con alegría que podía entrar sin problemas en el cine para adultos. El uniforme militar del centro le servía de salvoconducto. En esos tiempos descubriría a Fellini, a Buñuel y a Román Chalbaud y, también, que muy pronto iban a truncarse los sueños de su madre. Hebert ya no quiso ser más un aprendiz de militar.
Volvió al pueblo y allí se cruzó con el que sería su gran amigo Yoel Calderón, un chaval algo mayor que él con una gran fascinación por el teatro. No iba a tardar mucho en contagiarse Herbert de los gustos de Yoel. Juntos fundaron el grupo “Bolívar”, y junto al hermano menor de Yoel y a otro amigo de ambos los cuatro organizaron una obra de teatro que llevaron al Festival Regional de Teatro donde consiguieron el tercer puesto. Esa obra, inspirada en el poema Las uvas del tiempo, del poeta venezolano Andrés Eloy Blanco, prendió la mecha. A partir de ahí, la inspiración para los trabajos de Hebert siempre iba a venir de la sociedad actual, de las vivencias personales. Recuerda Hebert que junto a sus colegas huían del sentimiento del cine americano, ellos se sentían muy latinoamericanos, muy cercanos al día a día de su país. Pero, además, les gustaban las películas de autor, las que se centraban en las historias sociales, las que explicaban el sentimiento del pueblo, de quienes son más pobres. Escucho a Hebert y pienso que eso sigue siendo así en el cine que él hace ahora. ¿Qué es Poliadoctrinados sino un reflejo del sentir actual y una crítica incisiva y romántica?
Ya en Caracas, y con 17 años, Hebert se sentía director. Allí se inscribió en el Instituto de Cinematografía Cotrain y consiguió un trabajo de aprendiz de cine. Trabajo y estudios empezaron el mismo día, ¿sería, nuevamente, otra señal?…
POLIADOCTRINADOS: EL RODAJE
La historia que Hebert estrenó en première este verano en los Cines Girona de Barcelona está llena de influencias, quien tenga ojo cinéfilo sé que las descubrirá enseguida. Ante la pregunta de si es un guiño a los maestros que admira, Hebert me dice que se inspiró en una tira cómica sobre un desahucio aparecida en un periódico. Eso bastó para que convenciese a su amigo Carlos Scrig para que ambos se pusieran manos a la obra y a escribir el guión. Sin darse cuenta los dos fueron convenciendo al resto del equipo y finalmente la producción se puso en marcha. Primeros contactos y peticiones para conseguir las localizaciones, vestuario, equipos técnicos…
Esencial fue la colaboración de Obra Social Sta. Maria Lluïsa de Marillac (Barcelona). En sus instalaciones se rodó la parte más importante del corto. Fueron imprescindibles al brindar la localización para conseguir la atmósfera que la historia necesitaba.
Poliadoctrinados contó con un equipo bien cohesionado, motivado y, sobre todo, rendido a las órdenes de Hebert. Los actores protagonistas Óscar Medina y Micki Román encabezaron un reparto que estuvo lleno de «actores revelación» (algunos de ellos era la primera vez que se ponían delante de una cámara a las órdenes de un director, que, a juzgar por el resultado, supo sacarles el actor/actriz que llevaban dentro). En ese reparto destaca una gran actriz, una veterana de la escena venezolana y, desde hace unos años, también afincada en Barcelona. Como me confiesa Hebert, para él uno de los triunfos en la producción de este corto, es haber contado con el talento y duende de su gran amiga Isabela Méndez (ambos se conocen de los años de Universidad, ¿qué más se puede añadir?…) Isabela ahora, además, despunta en exposiciones como ilustradora, en la imagen la vemos rodeada de algunas de sus obras.
DESDE BARCELONA
Hoy, con algo más de 40 años a cuestas y una vida familiar y profesional asentada en Barcelona (España), Hebert sigue con el mismo empeño que tenía a los 17. Lo suyo son las historias inspiradas en la realidad de la calle, el suyo es un cine crítico, que subraya los aspectos más injustos, pero, como decía al empezar esta crónica, lo que caracteriza el trabajo de Hebert es esa visión romántica y muy latina (como él la califica), y que no es otra cosa que la feroz esperanza que lleva a cuestas por más vil que se muestre el mundo. Me confiesa Hebert que su visión hoy es la misma de sus primeros años en el Instituto de Cinematografía, y vuelve a acordarse de las películas de Chaplin que veía con sus compañeros de colegio, historias simples pero muy humanas, que son las mismas que hoy le siguen atrapando e interesando.
Voy algo más allá en nuestra conversación e insisto en que me diga por qué razón sigue buscando de mil y una maneras seguir dirigiendo y produciendo cortos, y, tras mucho insistir, me confiesa que tal vez su función o misión sea justamente esa: dar luces a la sociedad, poner algo de luz al final del túnel en el que vivimos.
LA HORA DE LA VERDAD
Ahora en estos días es cuando empieza el trabajo más intenso para Hebert y su equipo: la presentación del corto en festivales. Sin duda, un largo camino por recorrer. Pero no seamos incautos, sabemos que ¡Hebert tiene el mando!
Desde este trapecio digital, ¡mucha mierda y buena suerte para los poliadoctrinados!
BIOFILMOGRAFÍA
Hebert Ramírez nace en Mérida (Venezuela). A finales de los 80 se traslada a Caracas y estudia en el Instituto de Formación Cinematográfica COTRAIN, donde realiza varios cortos en Super 8 y vídeo. De esta etapa destaca Contaminación S.O.S ( súper 8 ) y la Danza del Curioso (1995 – vídeo) . Paralelamente trabaja en SOKOL FILMS, una productora de documentales en donde entra en contacto con profesionales del cine nacional como Henry Nadler, Néstor Lovera, Javier Lovera, Carlos Tovar, Mario Nazoa, Edgar Torres y Narciso Calderón, quienes complementan y fortalecen su formación cinematográfica. Destaca en su formación como cineasta su relación con Manuel De Pedro, Olegario Barrera y César Bolívar. En los Años 90 ingresa a la Escuela de Artes de la Universidad Central de Venezuela. Allí trabaja como camarógrafo en el corto El Triunfo de Micaela realizado en 16 mm. Antes de licenciarse en la mención cine de la referida Escuela, realiza varios cortos en formato vídeo entre los que destacan: El Halcón (1992), Instantes de Amor (1996) y El Gato (2004). Posteriormente, trabaja en la realización de documentales institucionales para la Universidad Metropolitana. Desde el año 2008 reside en Barcelona (España), donde en 2015 ha presentado su último trabajo: Poliadoctrinados