El otro día, cuando agobiada por el ritmo del trabajo decidí premiarme con una pausa, e irme de pesca, sucedió algo grandioso.
Descubrí que el mundo nos brinda a cada momento manjares y tesoros que están preparados para salir a nuestro encuentro, solo con una leve condición: que nos brindemos una pausa y nos arropemos con el silencio de vez en cuando.
Es en esos momentos cuando la poesía que nos rodea se hace más evidente. Es la música del universo, la que late en nosotros y a nuestro alrededor. Isabela la conoce bien, ella es una buscadora de tesoros, forma parte de ese grupo selecto de exploradores que no se cansan de rastrear las palabras y sus melodías. Yo creo que Isabela lleva siempre consigo, además de su caña, un péndulo, con el que descubre y reinventa cada día el mundo.
Ahí va la lista de lo que pescó Isabela en una de sus salidas:
- insomnios sinfónicos
- sueños solistas
- cuentos inacabados
- conclusiones
- versos rebeldes
- rimas trashumantes (cambian según las mareas)
- prosa sin prisa
- suspiros ahogados
- secretos sin dueño
- aromas pretéritos
- mundos flotantes
- sombras que ríen
- cánticos corales
- sirenas soprano
- heridas errabundas
- angustias sin sombrero
- lágrimas horizontales (de las que son expelidas de los ojos, como chorros)
- remordimientos de chicle
- racimos de carcajadas
- silencios oculares
- palabras sin idioma
- vocales de arena
- barcos de papel
- segundos perdidos
- oraciones a un dios sin nombre
- pausas de bolsillo
- raíces sin vasija
- miedos descalzos
- deseos piel adentro
Y yo me pregunto: ¿Es posible hallar tal cantidad de rimas y melodías? ¿No será que lo que ella hace es bailar al compás de la música del mundo?… Creo que le voy a preguntar a Daro, un músico artista de la percusión, otro ser que bucea en el lenguaje del ritmo… o será mejor decir del «groove»?
Continuará…
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